Acaso me pregunto, si supieras
que un dejo de tu amor tan indolente,
es muerte aletargada a mi simiente
que busca de tu valle primaveras.
Si acaso es tu deseo, y consideras
que un beso mata más que la serpiente,
al cielo voy, igual que el fiel creyente
dispuesto a sucumbir, de mil maneras.
Por Dios que es un suplicio en esta vida
quitarme tu perfume de alhelí,
tus besos de mi boca ayer ungida
del dulce de tus labios de rubí.
El alma no se ha dado por vencida
¡No sabe lo que sufro!, -y es por ti.-
El Armador de Sonetos.
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