
La dama de la historia que les narro
ufana requería pretendiente
un prócer del amor y consiguiente
forjarlo por antojo como barro.
Ansiaba al caballero tan bizarro
difícil de encontrar en el presente
con dotes de poeta diligente
sería la victoria sin un marro.
Luciendo lo mejor de su vestuario
se obstina en concluir con la conquista
firmando de un plumazo el corolario.
Parece que indecisa a simple vista
retorna a revisar si el obituario
mi nombre ya resalta de la lista.
El Armador de Sonetos.
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