
Despierto voy soñando con el viaje
que presto de la gloria me auguraba
morir al vislumbrar lo que amparaba
la célebre París y su paisaje.
Recuerdo al abordar en el carruaje
el porte tan sutil que reflejaba
impávido candor y resaltaba
mirar angelical como lenguaje.
Vivir con embeleso, como en sueño
paseando por el puente, no sin ella,
redoblo de emoción por el empeño
al ver que me sonríe, siempre bella
y un beso me recibe sin desdeño
que forja con sus labios dócil huella.
El Armador de Sonetos.
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