
La vida es misteriosa, es inefable,
emerge de la nada, que es el todo,
y aliada con el tiempo, agudo sable,
inmola su creación en fútil lodo
de forma contumaz y deleznable.
A golpe de timón, no hay otro modo,
se inicia el duro temple, cual herrero
que gusta martillar, y al dar con todo,
los forja con carácter valedero
si luchan palmo a palmo, codo a codo.
Enorme es este mar, atroz y fiero
que arrastra a la salida y no a la entrada,
sin mapa que señale con letrero
el rumbo de la nave, que confiada
persigue las estelas del barquero.
El límite final, y ¿luego nada?
angustia de verdad, es escabroso
pasar de la tormenta a la alborada
creyendo que el discurso religioso,
nos deja con la fe, la barca anclada.
Despacio, pues transito presuroso
mas debo de escuchar a mi vigía
la voz de la conciencia, y mi estadía
resulta en un evento prodigioso.
Inútil es fingir anomalía
que evite soslayar lo inevitable,
presiento que el final es agradable
al verme en tan radiante compañía.
El Armador de Sonetos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario