
De niño ya soñaba con la cumbre
la cúspide nevada en la montaña
a fuerza de valor lograr la hazaña
perplejo ver el cielo de techumbre.
Las rutas invariables por costumbre
pudieran convertirse en la maraña
de fáciles atajos, no me extraña
de aquellos que lo simple los deslumbre.
Culmina la odisea del ascenso
con débil transitar y la rasgada
ventisca que lacera al indefenso
señala la vereda disfrazada.
Apenas y elucubro mi descenso
el cual lo considero retirada.
Consigna refrendada:
La cima no consiste en atreverse
la gracia constituye mantenerse.
El Armador de Sonetos.
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