naciendo se conjura mi suplicio
al verme aherrojado ignominioso.
Su paso por mi carne es veleidoso
y dicta con mi muerte el intersticio,
la vida tornará del natalicio
cenizas de un ocaso farragoso.
Sus años se aglutinan a mis huesos
y lucha por mi piel, en su batalla
me cobra con factura los excesos
al golpe similar de la metralla.
El tiempo es vil prisión donde sus presos
en sueños vanos, pasan de la raya.
El Armador de Sonetos.
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