
Sin duda que la vida es algo injusta
y cruel en el momento que requiera;
aquella señorita, mi enfermera,
apronto con valor, ¡que ya me gusta!
Será por mi persona, tan adusta
que temo por la forma en que le inquiera,
rechace la pasión que reverbera
al verla en uniforme tan augusta.
Su imagen que desfila por mi mente,
me asalta a media noche y no consigo
vetarla de mi sueño, cual serpiente
pretende desquitarse así conmigo.
Un chasco me he llevado displicente:
¡Es hija de mi acérrimo enemigo!
El Armador de Sonetos.
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