
De día la contemplo con pureza
partiendo de los pies llegando al cuello
del rostro de Afrodita y todo aquello
demuestra con alcurnia su nobleza.
De noche me domina la flaqueza
soñando que la viste su cabello
y deja al descubierto, más que bello
el fondo del averno con certeza.
Se pasan las semanas, me enfurece
no encuentro de verdad un argumento
ni logro desterrarla si oscurece
y sufro cada noche del tormento.
De entrada ya es preciso que confiese
mis faltas al noveno mandamiento.
El Armador de Sonetos.
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