
Escucho de mi amigo y estratega
del juego tan hermoso de ajedrez
un caso extraordinario de traspiés
soberbia de la estirpe solariega.
La fábula que narra mi colega
desborda de antemano mi interés
al ver que en la movida veintitrés
la pieza del peón se le repliega.
El crédulo se ostenta tan campante
el centro de atención del gran cortejo
y quiere trascender por un instante.
Su asombro es contumaz y el entrecejo
frunció con amargura en el semblante
al verse descubierto en el espejo.
La duda ya despejo:
Es bueno pretender felicidad
obviando sobre todo vanidad.
El Armador de Sonetos.
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