
Aún que no conozco la derrota
seguro burlaré tu cruel destino
presagias que al dejarme sin camino
me pierda en tu rivera ya sin gota.
Con veta mineral aún ignota,
mi noble corazón es el beduino
perdido en tu desierto tan mezquino
pagando por tu arena, enorme cuota.
El beso que me diste me envenena
mi mente lo alucina como adicto
y pide le reduzcas su condena.
Evito el escuchar tu veredicto:
vivir ya sin tu amor; así se ordena
y cumplo tu castigo tan estricto.
El Armador de Sonetos.
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