
La feble mariposa, cual Cupido,
volaba sin cesar, sin mucha suerte,
llevando como meta devolverte
el ósculo postrero recibido.
Quizás lo consideres muy manido
mas debo recalcarlo, si revierte
mi negra soledad, al prometerte
amor, que nacerá con el olvido.
Partió de la ciudad por la mañana
librando en el camino al ruiseñor,
la lluvia pertinaz es cruel aduana
y deja al mensajero sin color.
Tu rostro, que divisa en la ventana
sus alas las sonroja con amor.
El Armador de Sonetos.
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