
Persigo de los días su destino
y absorto en tu recuerdo desespero,
rimando con la pluma y el tintero
suavizo la congoja del camino.
Perdido en tempestad como marino
me postro al divisar tu paradero,
mi verso, siempre fiel, es mensajero
que escribe en tu persona lo divino.
Quizás -y por las dudas- te esclarezco,
no pienses que es amor de contrabando,
el alma, de mis manos te la ofrezco
y en pos de tu cariño voy porfiando.
Atento, te suplico y agradezco
tan sólo que respondas: ¿hasta cuándo?
El Armador de Sonetos.
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