
La arena de mis días es contada
y quiero aprovecharla sabiamente,
rehuyo del sendero que la gente
siguió con el vaivén de la parvada.
Me embriago del olor de la alborada
con música del río en la vertiente
crepúsculos de amor impertinente
rescoldos de la noche ya estrellada.
La perla en tu sonrisa me cautiva
tus besos son el rumbo suspirado
que llevan como mar a la deriva
por ti mi corazón ha naufragado
proclamo con paciencia lenitiva
al tiempo, -niña amada- de mi lado.
El Armador de Sonetos.
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