
La angustia se transmuta por la pena
y exuda desazón que lo desgarra,
con lágrimas, enjuga en su guitarra
recuerdos de un amor que le cercena.
La causa del olvido le es ajena
ignora la verdad y si desbarra
con cantos al verano cual cigarra
ya siente del invierno su condena.
Requinta con destreza y armonía
arpegios fidedignos de un experto
y gime al explayar la melodía
buscando revertir el desacierto.
Hoy sufre en la penumbra su agonía
sabiendo que la amada ya se ha muerto.
El Armador de Sonetos.
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