
Absorto con vista al cielo
del céfiro en lontananza
percibo su voz distante
sutil, femenina y clara
musita dulce a mi oído
que me digne a contemplarla.
¡Enorme fue mi sorpresa!
sentí perder la batalla
y apretándome la mano
me forzó a que la escuchara.
“Ya sabes que soy la muerte
razón del nacer del alma
hoy sólo mendigo un poco
de compasión en tu charla
si dices que eres poeta
mejor te explayas con calma
¿Por qué motivo maldices
mi nombre siempre de espaldas?
pretendes ser muy valiente
mas el temor te delata”.
El terror me poseyó
no hilvané ni dos palabras
y la idea al fin brotó:
-Si el destino me depara
alegrías y tristezas
es de sabios valorarlas-
“Tranquilo, que tienes tiempo
no naufraga aún tu barca
será hasta que llegue el día
y navegues a mi playa.”
Armándome de valor
la realidad cuestionaba:
-¿por qué no respetas sexos
ni religiones ni razas?
mucho menos las edades
de los muertos con metralla
no distingues a bebés
masacrados con espadas;
por eso el mundo te odia
y tu ignominia reclama.
“Entiendo a fondo el disgusto
de un oficio con ventajas
si los años no se compran
tu partida está fijada,
aquilata bien tu tiempo
en cuidar a quienes amas
trabajando las virtudes
por tus padres heredadas
no hagas caso a la canción:
La vida no vale nada”.
“Si a tu Dios vas a implorar
la salud y vida larga
lamento contradecir
-y no es cosa que me ataña-
que adolece del poder
pues de mi, nadie se salva”.
Mediten por vez primera
y espero que bien les plazca:
si la vida es solo un sueño
¿será la muerte alborada?
El Armador de Sonetos.
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