
Selló con su presencia el juramento
de amor, que culminaban en sigilo
los jóvenes amantes, pues en vilo
debieron despedirse con lamento.
Viviendo con el alma en detrimento
el sino los condujo sin vacilo
por rumbos tan distantes, y al asilo
llegaron presintiendo sufrimiento.
Pasando varias lunas, llegaría
la suerte, que a la vera del camino
su dama ya jamás le quitaría
la enfrenta cara a cara ya cansino
y lerdo, le murmura de alegría:
-No olvido aún tu beso, tan divino...-
El Armador de Sonetos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario