invoco a Santa Claus, a que me aliente
y deje mi regalo navideño.
Que sea un nuevo amor, por más pequeño
y logre liberar al fin mi mente
de angustias y dolor, y soy consciente
que debo de adorarla con empeño.
El ruido de la sala me despierta
con halo de misterio que me encanta
mis pasos se detienen en la puerta
y abriendo, es mi voz, que se quebranta.
Enorme es la sorpresa, por incierta
y más al descubrir que no era Santa.
El Armador de Sonetos.
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