perpleja se dilata mi pupila
y fluye la pasión sin rompeolas.
Tus labios, con su néctar de amapolas
se adosan a mi boca, que aniquila
al fin tu voluntad, y me vigila
con garbo la mirada que arrebolas.
Tu dócil cabellera es terciopelo
de efluvios de lavanda y de la rosa,
etérea sucursal del mismo cielo
propones con sonrisa sigilosa.
La duda me apadrina de consuelo:
ignoro si es soltera o es esposa.
El Armador de Sonetos.
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