
Me embriaga el dulce aroma de tu voz
resuella como el viento que atormenta
y grito al infinito, me desmienta
si causas en mi alma fuego atroz.
Tus ojos, mi delirio, ¡Sabe Dios!,
mirada angelical que documenta
destellos de la gloria, y me incrementa
latir del corazón en cada adiós.
Tu boca, fina flor de manzanilla
argenta la sonrisa, tan silentes
momentos de pasión, ¡Oh maravilla!
Y reinas en mi sueños alicientes
con dulce sentimiento, en redondilla
tan sólo dime tú si así lo sientes.
El Armador de Sonetos.
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