Se cumplen treinta días de mi viaje
y busco con afán por el camino
un sitio que me alegre mi destino
pudiendo degustar algún brebaje.
Las damas de la casa, sin ropaje
desfilan y asemejan un molino
escojo que me sirvan un buen vino
con miras a lograr el maridaje.
La pierna de la dama me fascina
su piel recién bronceada y sin arruga
se mira deliciosa golosina.
La vista del paisaje me subyuga
si arriba de su talle que refina
me encuentro suculenta su pechuga.
Un poco de lechuga
ordeno yo al mesero, que alucina
si voy a terminar con la gallina.
El Armador de Sonetos.

¡¡Sorpresa!!
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