Licor embriagador y candileja
que luces un fulgor apetitoso
me postras a tus pies, en el dudoso
coloquio del amor que se festeja.
Mi boca recordó pasión añeja
y pide cual marido receloso
total entrega, núbil lujurioso
el cáliz del amor, sin gota deja.
La líbido del vino se acrecienta
secuestra la razón y con delito
socava de temor y desalienta
al alma si refuta con su grito
la causa de locura que revienta
al rey de la creación, por sí marchito.
El Armador de Sonetos.
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