
Ayer que te escoltaba de reojo
la gloria divisé con tu sonrisa
amor aletargado con la brisa
de aroma de mujer y de mi antojo.
Percibo con agrado en tu sonrojo
un cielo en arrebol, que es la divisa
de un ser angelical, mas no sumisa
denotas suspicaz sutil enojo.
De súbito permuta así la suerte
y a Dios le circunscribo mi reclamo:
-mi vida ofrendaría al convencerte
del núbil sentimiento que proclamo-.
Descubro que he dejado de quererte
ahora al confesarte: ¡cuánto te amo!
El Armador de Sonetos.
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