
Tragedias que se ocultan, que dan pena
tratar de ventilarlas con parientes,
amigos o vecinos, si indulgentes
se callan el secreto que envenena.
Si miles de mujeres, en cadena
lucharan por dejar de ser valientes
y van a denunciar a delincuentes
que abusan, sin castigo ni condena,
la ley protegería al desvalido
tan pronto se interpele en la demanda,
testigo y testimonio consabido.
Y nada ganará la esposa blanda,
si dócil, al arribo del marido,
se entrega, prosiguiendo la parranda.
La ley es la que manda:
es tiempo de acabar con los abusos
trocando golpeadores en reclusos.
El Armador de Sonetos.
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