
Me pides que dedique mi soneto
al fuego abrazador de tu mirada,
y al néctar de tu boca embelesada
que posas en mis labios en secreto.
Caricias convertidas en decreto
fraguaron en tu piel terciopelada,
y dejas en mis sueños calcinada
al alma, convertida en tu amuleto.
La chispa de ternura que prodigas
enciende la pasión que me consume,
y estando a la distancia me castigas
sin nada que recuerde tu perfume.
Suspiras con terneza cuando instigas
al juego del amor, que se reasume.
El Armador de Sonetos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario