percibo la caricia que en el viento
impregna su fragancia cual ninguna.
Sus ojos, el verdor de la aceituna
su boca es manantial, y yo sediento
su rostro de poema, sentimiento
su porte de princesa, mi fortuna.
Belleza que propicia mi embeleso
un garbo y donosura que le admiro
mi amor, con la mirada le profeso
al tiempo que contengo mi respiro.
Y brota celestial de pronto el beso
y al borde del silencio, su suspiro.
El Armador de Sonetos.
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