
Sin voz, el calendario queda mudo
los días tapizaron en el piso
su grito de ansiedad, sin pena pudo
la muerte perpetrar su cruel aviso.
Es breve su mañana -no lo dudo-
la debe aquilatar si de improviso
la parca pertinaz en tono rudo
revira un provenir sin compromiso.
Padece de dolores a menudo
del alma que lo postran tan sumiso
lo obstinan y lo tornan testarudo
las ansias de evitar volverse occiso.
A Dios no lo convoca con saludo
ni sueña con llegar al paraíso.
El Armador de Sonetos.
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