con lerdo caminar la añosa dama
despliega veleidosa su sonrisa.
Su piel de pergamino es la premisa
de un débil suspirar, es feble flama
impávida al nublado panorama
que engendra la mortal certera brisa.
“Acaba de pasar tu medialuna”
-me dijo con vigor y con renuencia-
“y el cuarto, por menguante te importuna.”
“Mas debes intuir que mi presencia
es sombra, que te sigue de la cuna
y hoy clama el colofón de tu existencia.”
El Armador de Sonetos.
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