
Se fugan de mi vida treinta años
y sigo suspirando de momento
el día que me deja sin aliento
la bella profesora con engaños
Recuerdo que sus ojos miel castaños
brillaban con un fuego suculento
me obligan a besarla, no lamento
el dulce frenesí de sus regaños.
Envuelto en la locura que invadía
los cuerpos en contacto, suavemente
besaba con pasión, y me decía
sentirse muy mujer expresamente
del núbil jovenzuelo que fingía
ser virgen, el galán tan incipiente.
El Armador de Sonetos.
2 comentarios:
amor de niño...
quien no se enamoró y suspiró por la maestra...
Saludos tocayo
Tocayo:
Así es al juventud.. ya ves..
un leve traspiés, jeje
Gracias por pasar..
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