
El porte verosímil de ermitaño
y gafas adosadas a la frente,
aunado del carácter algo huraño
describen el perfil del indolente.
Le ordenan un soneto sin desmaño,
y el dueño, presumiendo de decente
ignora ser la víctima de engaño
y ríe, confundiendo más al cliente.
Reclamos del marchante que pagó
exhiben de inmediato burda treta;
inútil es leer lo que escribió:
“¡El verso se resume en una zeta!
Es sabio, lo que aquí se concluyó:
“La pluma no hace al mico gran poeta.”
El Armador de Sonetos.
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