me orilla a elucubrar lasciva idea,
engendro que subyugo con cerrojo.
Su rostro, de la gloria el albacea
me azota con miradas de reojo;
sus labios, el panal de la jalea
socavan mi razón y me sonrojo.
Me embarco de pirata a la odisea
por ella, recompensa de mi antojo;
su amor ofrendará la panacea
que exima al corazón de tanto abrojo.
De ensueño, la alborada la recrea
con besos que en su boca le deshojo.
El Armador de Sonetos.
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