
Un -te amo- te prodiga con murmullo
el céfiro sutil que te acaricia
y arranca tus sabores, la delicia
de boca presumida con orgullo.
Y todos los suspiros que mascullo
recuerdan que ofrendaste tu caricia
-pureza que entregaste sin malicia-
guardada para bien en un capullo.
El frío despertar de mi conciencia
me advierte del final de un gran amor;
igual que en la tormenta, con prudencia,
se busca del refugio previsor.
Tus besos, tus caricias y tu esencia
liquido con un beso al portador.
El Armador de Sonetos.
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