
Un eco del silencio me musita
que el fuego de tus ojos es sincero,
y alumbra por las noches el sendero
del feble corazón que te visita.
Serás la catedral o la mezquita,
el templo del amor que considero
resguarde en su interior al fiel minero
que dista deleitarse con pirita.
El oro o los diamantes no acaparo
serían bagatela para honrarte,
tu esencia es impoluta y te comparo
con Venus Afrodita al recordarte.
Sin ánimos, igual y hoy me declaro
cansado de soñar, sin encontrarte.
El Armador de Sonetos.
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