
La vista se fascina con el velo
y rasgos encubiertos de la dama,
su imagen me revela el panorama
del símil que podría ser el cielo.
Sus ojos con el fuego del deshielo
encienden a los míos con su flama,
del verde iridiscente de la grama,
y avivan la promesa de un consuelo.
Mostrar su faz es signo de improperio,
el mismo proceder que los ladrones,
no indulto lo falaz del cruel criterio
mas tiene el corazón sus mil razones.
La gloria develó sutil misterio,
al fin me deleitó con sus facciones.
El Armador de Sonetos.
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