
Es carne de cañón, de los infantes
tesoro que la muerte ya acicala
brindando la mortaja que la bala
la vida arrebató de sus semblantes.
Los gajes del oficio son flagrantes
y muestran sin piedad, a gran escala
infierno de metralla con bengala
en rostros mortecinos y sangrantes.
Y pierden, de la vida la batalla
labrando su sepulcro, sin zalemas
al mérito reciben su medalla.
Es triste describir en mis poemas
barbarie sin razón, que el mundo calla
y a Dios, le proliferan anatemas.
Busquemos los problemas:
La culpa se le exime al militante
que presto le obedece al gobernante.
El Armador de Sonetos.
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