
Inserto en un embrollo y sin salida
hilvana con recuerdos tan distantes
el sino, que revierte por instantes
la lene adversidad que le intimida.
El feble paroxismo del suicida
soslaya corazones alternantes
que truecan oropeles por diamantes
y liban los resabios de la herida.
Su estirpe se enaltece con valores
que ciernen la virtud de la belleza;
caído, se levanta sin temores
al fallo al desamor y a la tristeza.
Salir del laberinto, sin rencores,
requiere voluntad y fortaleza.
El Armador de Sonetos.
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