
Sus manos van palpando cada roca
y escogen con cuidado su tamaño,
curiosa tal escena, y algo extraño
la forma en que mi niña las coloca.
La dulce sonrisilla de su boca
y el brillo del cabello miel castaño
evitan de momento mi regaño
su cándida inocencia lo sofoca.
El golpe tan de pronto sobrevino
sin nada que me diga o me revele
¿Por qué lanzó la piedra con tal tino
al hijo de mi amigo, que se duele?
“Un hombre apedreando a su vecino.....”
acabo de observarlo por la tele.
El Armador de Sonetos.
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