
Un diáfano perfume se rezuma
del céfiro arrullando su peinado,
y símil de cometa en lo estrellado
del cielo se confunde con la bruma.
Igual al arroyuelo que se esfuma
llorado por la cumbre del nevado
prosigue por el cauce macerado
el verso destilado de mi pluma.
Inútil es cinchar la silla al viento
que vuela sin reptar por el camino,
no importa si fenezco en el intento
es algo cincelado en mi destino.
Estoico, me preparo al cruel tormento
Sabiendo que su beso es asesino.
El Armador de Sonetos.
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