
En medio de total meditación
mi mente es incapaz y no asimila
el grado de maldad que ya aniquila
al mundo, provocando perdición.
Examen de conciencia en confusión
repaso mi existencia tan tranquila
sublime y placentera, no vacila
el alma en recurrir a la oración.
Comprendo que al nacer con buena suerte
se debe de ayudar, así convoco
al hombre que luchando, casi inerte
se quita de las penas, no equivoco
del hambre, del dolor y de la muerte.
Entonces dime Dios: ¿A quién invoco?
El Armador de Sonetos.
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