
Mi amiga, te confieso sin pecado
el nombre de la dueña de mi sueño
aquella, que me mata con risueño
atisbo de aceituna, verde orlado.
Insistes me proclame sublimado
de amores, si es por ella tan pequeño
que nada lograré con el empeño,
-ni pienses en llegar a ser su amado-.
Me dices que percibes en tu pecho
sufrir del corazón, que me proclama
encono y el sentir de tu despecho
lo muestras en tu rostro con soflama.
La causa del dolor, es que sospecho
que amamos por azar la misma dama.
El Armador de Sonetos.
2 comentarios:
Epa, Tocayo... siempre es un baño sabroso para las pupilas dejarlas un rato por tu espacio de evrsos...
Saludos y hasta el proximo soneto.
_angel
Muchas gracias por tu visita.
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saludos tocayo.
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