
Añoro los ocasos de verano
tendidos a la vera del camino
de forma magistral se sobrevino
amor al natural y sin arcano.
Las rosas, que cortés brindó mi mano
centellan con fulgor, y tu divino
aroma de mujer, marcó camino
con rumbo al paraíso, no lejano.
Otoño, con invierno y primavera
transitan por mi vida displicente
y miro florecer de tal manera
las joyas que rebosan de la fuente
excepto del rosal que ayer tuviera
sus flores, en tus manos casualmente.
Es algo sorprendente.
Herir de tal manera al corazón
sin causas, sin motivos o razón.
El armador de Sonetos.
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