
Un niño excepcional y talentoso
que supo aquilatar sus facultades
creció con el estudio y sin maldades
voló su juventud, lo más precioso.
Graduado con honores y exitoso
se enrola a trabajar en tres ciudades
dejando a su familia y amistades
perplejas por exangüe y ojeroso.
Al cabo de los años, ya casado
la esposa le reclama un tanto herida
su falta de atención, y es un recado
la póstuma señal de su partida.
De treinta, se murió por obcecado:
“No todo es el dinero en esta vida”.
El Armador de Sonetos.
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