
Sus ojos, si me miran, me embelesan,
me dejan su mirada abochornada,
los tintes de rubor en su fachada
delatan el amor que me profesan.
Sus labios, me derriten si me besan,
quitando sus cerrojos y la aldaba
de forma natural en la alborada
exclaman su furor, y lo confiesan.
La gloria de sus besos es precaria
es gozo de pasión y de pecado
por ella, es que elevo mi plegaria
al gusto del haber resucitado.
La vida sin amor, es ordinaria
y fútil fenecer, sin ser amado.
El Armador de Sonetos.
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