escucha la palabra que emergía
del fondo del malévolo reflejo.
“La bella de las bellas”, le decía
“merece lo mejor”, y con un dejo
le pide que renuncie a quien urgía,
le diera seriedad a su cortejo.
Soberbia y sinrazón, en demasía
borraron a sablazos al perplejo
galán, que renunció con valentía
verter alguna lágrima en su quejo.
Pagó con amarguras su osadía
la vieja que siguió fatal consejo.
El Armador de Sonetos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario