
El sol se transfigura en lontananza
las nubes cepillaban con su llanto
tu dócil cabellera de amaranto
que baila con el viento fina danza.
Mis ojos se nublaron sin tardanza
mas nunca doblegaron a tu encanto
la causa y menester de mi quebranto
si sabe el corazón de tu mudanza.
Te miro como a Dios y no blasfemo
si llevo de tu boca sus fervores
tus besos de pasión y tu supremo
recuerdo por la entrega sin pudores.
Ni cómo reclamarte, si me temo
que gozas el albor de mis amores.
El Armador de Sonetos.
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