
La brisa del otoño, efluvio suave
esencia liberada del torrente
de besos de licor, que de tu fuente
bebiera cual dulcísimo jarabe.
Tu boca es el crepúsculo y la clave
que muestra al corazón tan aliciente
lo tibio de tu piel, y no resiente
el alma al otorgarte ya su llave.
Buscando por el campo y los trigales
las vías del amor, al fin consigo
reviso las señales celestiales
que indiquen o desmientan lo que digo
con versos en soneto y madrigales
cantando -niña amada- te bendigo.
El Armador de Sonetos.
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