
Ingrata soledad, la que describe
efímero y eterno desconsuelo,
impávido al averno busco un cielo
que calme del dislate del declive.
No es hora de jugar al detective
mejor es engancharse del anzuelo
que brinda la razón, a quien apelo
me sepa dominar y siempre prive.
Atados al pasado, los antojos
quitaron sinsabores a mi vida
ahora quedan sólo los despojos
que deben reciclarse a la salida.
Las lágrimas no brotan de mis ojos
pues viven mi modesta despedida.
El Armador de Sonetos.
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