
Del cielo se fugó sutil criatura
sencilla y exquisita de modales
objeto de mis versos naturales
soneto de amorosa compostura.
Tus ojos despejaron con ternura
la noche que empañaba mis cristales
la puerta de tus labios los umbrales
me invitan al averno sin tortura.
Con garbo desmesuras mis pasiones
y gozas al saber que me envenena
tu boca cuando besa y predispones
me sacie con la miel de tu colmena.
Y sufro por las mismas obsesiones:
saberte con dolor, mujer ajena.
El Armador de Sonetos.
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