de luz de los cocuyos, ha sellado
con cándido perfume su ornamento.
Las nubes son arreadas por el viento,
la luna, con su brillo macerado
y el grillo, con su canto serenado
exaltan el latir del sentimiento.
Sentada junto a mí, con su mirada
y el dulce de su boca, me aniquila;
el lustre de su piel ruborizada
y el timbre en que musita, me obnubila.
El Armador de Sonetos.
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