
Tristeza y mansedumbre hay en tu cara
un rictus inequívoco que al verte
delata tu sufrir, tu excelsa suerte
añoras del ayer que regresara.
Soberbia con rencor, ni Dios la ampara
mas justo es confesar que al conocerte
la gloria aconteció, y retenerte
haría que el averno visitara.
Jugando con la lumbre te quemaste
intenso es el ardor, que el mismo hielo
no mengua tu dolor, y que te baste:
no soy el que te sirve de consuelo.
Al verme, tu vergüenza confesaste
volcando contumaz la vista al cielo.
El Armador de Sonetos.
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