
Se forjan los sutiles arroyuelos
con lágrima de añil que se desboca
-y besa con placer la tibia roca-
del cauce argento vivo de los cielos.
Por años serpentean los riachuelos
el ímpetu de gozo los sofoca
pretenden ser caudal que desemboca
del vórtice que impulsa sus anhelos.
El río de la vida, así lo advierto
encausa la pasión sin obligar
a nadie a proseguir en encubierto
el rumbo que conduce para el mar
o bien, a concluir en lago muerto;
y debes decidir: ¿A qué lugar?
El Armador de Sonetos.
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